Si algo sabemos los vecinos y vecinas que componemos nuestra federación es preguntar.

Consultamos en su momento cómo solucionar el problema de los purines y la consiguiente contaminación de acuíferos al conocer que las macro plantas de biogás no sólo NO lo solucionan, sino que consiguen EMPEORARLO con otros contaminantes adicionales y olores aún peores; y aprendimos, escuchando a expertos medioambientales, que la solución viene de la mano de la ganadería familiar (con alternativas al sistema de purines) y de algún tipo de ganadería extensiva.
Porque, además, resulta que más de la mitad de la carne de cerdo que se genera en España se exporta (somos uno de los mayores productores de cerdo del mundo junto a países como China y EEUU), no la necesitamos para nuestro consumo y mucho menos los residuos que deja, cuando los beneficios son sólo para unos pocos.
Si en Holanda ya están subvencionando el cierre de las macro granjas, ¿no deberíamos darle una vuelta antes de seguir autorizando sin parar ampliaciones de las existentes como se está haciendo en Castilla y León? (¡25.122 plazas de cerdos nuevas en 9 meses SÓLO en Zamora!).
PERO, ¿QUÉ TIENE TODO ESTO QUE VER CON LOS INCENDIOS?
Después de más de 60.000 hectáreas quemadas en Zamora en 2022 y más de 35.000 hectáreas en 2025 (y el fuego continúa avanzando) la realidad que nos cuentan los especialistas en prevención y extinción de incendios se muestra testaruda e inamovible ante nuestros ojos: siempre han existido y existirán pirómanos (del tipo que sean…) y contra todos hay que luchar, pero al margen de ellos, las condiciones climáticas de hoy en día no tienen nada que ver con las de otras épocas. Las olas de calor son un fuelle que alimenta y prolonga los incendios, y el abandono rural que ha desencadenado masas de vegetación continuas y descontroladas los convierte en inextinguibles.
Los expertos nos dicen que es el pastoreo el que puede controlar la naturaleza reduciendo enormemente los incendios, y que sólo la actividad agrícola y ganadera, la apicultura, la micología, la industria de la madera, de los frutos del bosque y de las plantas aromáticas, las energías renovables a pequeña escala y los trabajos forestales que limpien interfaces urbanas pueden invertir una situación que se nos ha ido a todos de las manos, además de aumentar la población rural, dar vida a los pueblos y calidad a nuestros alimentos.
Crear un tipo de ganadería extensiva cuyos trabajadores puedan conciliar su actividad con una imprescindible calidad de vida tiene que ser posible. Y esto es lo que debe impulsarse con grandes ayudas estatales en lugar de invertir nuestro dinero apoyando industrias destructivas y mortíferas como el biogás.
Los pueblos tienen que repoblarse para que pueblos y ciudades puedan continuar existiendo, porque sin ciudad puede seguir habiendo campo, pero sin campo es imposible que siga habiendo ciudad.
No todos tenemos que ser agricultores o ganaderos, pero sólo el regreso de una parte de la ciudad al campo puede reconducir a la sociedad dotándola de un futuro que empieza a desdibujarse en su horizonte de luces de neón mientras arde todo.
Si la sociedad a veces va demasiado deprisa, es lógico que tropiece y se caiga dándose de bruces contra la realidad.
Quizás, hay que vivir al ritmo de un pueblo para entenderlo…


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